La caída del peso mexicano no es un fenómeno aislado, sino el reflejo de una compleja red de interacciones geoeconómicas y de vulnerabilidad estructural que afecta a la economía del país. Desde una perspectiva técnica, la moneda ha estado históricamente ligado a las fluctuaciones de las tasas de interés de la Reserva Federal de Estados Unidos, una dependencia que la expone al vaivén de la política monetaria norteamericana. Actualmente, el peso se beneficia en gran medida del carry trade, un mecanismo por el cual inversionistas extranjeros aprovechan la diferencia de tasas de interés entre México y Estados Unidos para obtener rendimientos. Sin embargo, este sostén artificial presenta grietas, pues el atractivo de invertir en pesos se desvanece a medida que las tasas norteamericanas siguen en aumento.
El impacto de otras economías, como la de Japón, es relevante, aunque comparativamente menor en este escenario. Con sus tasas de interés cercanas a cero, puede generar flujos hacia economías emergentes como la mexicana, pero la verdadera presión sigue viniendo del norte, donde el poder del dólar domina. En este contexto, el peso sufre ante cualquier cambio en la dinámica del mercado estadounidense.
México enfrenta un déficit estructural que dificulta su capacidad para impulsar una moneda sólida de forma sostenida. Entre los principales factores está su balanza comercial y la escasa diversificación económica. Sin embargo, una de las claves para fortalecer el peso y la economía a largo plazo yace en sus vastos recursos naturales. El petróleo, la plata y el litio, este último de creciente importancia en la transición energética global, son activos estratégicos que podrían generar ingresos significativos y estabilizar la moneda si se gestionan adecuadamente.
Se sugiere que una estrategia robusta para revitalizar la economía mexicana debería incluir la creación de una Secretaría de Minas, una entidad capaz de maximizar el aprovechamiento de estos recursos. Con una gestión óptima de las reservas de litio, por ejemplo, México podría posicionarse como un actor clave en el mercado global de baterías y tecnologías limpias, generando ingresos que sostengan al peso en el largo plazo.
Las cifras lo confirman: México tiene la novena mayor reserva de petróleo del mundo y es el mayor productor de plata, mientras que el litio en el país está estimado en 1.7 millones de toneladas. La correcta explotación de estos recursos permitiría disminuir el déficit y reducir la dependencia del carry trade y las tasas de interés extranjeras.
Si México logra gestionar sus recursos naturales con visión estratégica y priorizar políticas a largo plazo, el peso mexicano podría alcanzar una fortaleza similar a la del dólar, no solo como consecuencia de la política monetaria, sino a través de una economía más diversificada, sostenible y autosuficiente. El futuro del peso está en la correcta integración de sus materias primas en la cadena de valor global y en su capacidad para transformar su déficit estructural en un superávit comercial.
El nearshoring ha crecido en relevancia y México está captando una parte importante de las inversiones que buscan reorientar las cadenas de suministro fuera de China. De acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo, la relocalización hacia América Latina podría generar hasta 78,000 millones de dólares anuales, de los cuales México captaría al menos el 35%, es decir, unos 27,300 millones. Esto no solo fortalecería el flujo de inversión extranjera directa, que alcanzó los 29,041 millones en 2023, sino que incrementaría la demanda de pesos para realizar transacciones locales, creando una base más estable para su valor.
México posee alrededor del 1.7% de las reservas mundiales de litio con cerca de 1.7 millones de toneladas, lo que lo coloca en una posición relevante en la transición energética global. Sin embargo, la alta volatilidad del precio es un riesgo. En 2022, el precio del metal alcalino aumentó casi un 500% debido a su alta demanda, pero han comenzado a estabilizarse en 2023. México debe evitar la "maldición de los recursos" que ha afectado a otros países ricos en materias primas, como Venezuela con el petróleo. La estrategia debería centrarse en diversificar su matriz de exportaciones, incluyendo el desarrollo de energías renovables como la solar y la eólica, donde tiene un potencial de más de 70 GW, según la Agencia Internacional de Energía Renovable.
El yuan digital, lanzado en 2020, ha sido adoptado por más de 260 millones de usuarios en China y sigue expandiéndose internacionalmente, con pruebas piloto en varios países. Aunque su impacto inmediato es limitado, su crecimiento podría alterar la dominación del dólar como moneda de reserva en el largo plazo, especialmente si el gigante asiático promueve su uso en acuerdos comerciales bilaterales. En 2022, más del 80% de las transacciones internacionales se realizaron en dólares, pero el yuan está aumentando su presencia, alcanzando un 2.5%. Para México, que realiza el 81% de su comercio exterior con EE.UU., la adopción del yuan digital por socios comerciales clave podría generar desafíos para el peso si el yuan logra penetrar en los mercados financieros globales.
México se ha posicionado como un nodo logístico clave en América Latina, pero su infraestructura presenta desafíos que limitan su competitividad. Según el Índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial, el país ocupa el lugar 54 en términos de infraestructura. Mejorar su red de carreteras, puertos y telecomunicaciones podría reducir costos logísticos en un 15%, generando un ahorro estimado de 16,000 millones de dólares al año. A nivel regional, la integración económica con Centroamérica y Sudamérica podría ampliar el mercado para productos mexicanos. Por ejemplo, el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) y la Alianza del Pacífico brindan una plataforma para fortalecer relaciones comerciales y diversificar exportaciones.
La escasez de agua es un problema creciente en México, especialmente en el norte del país, donde operan algunas de las industrias más importantes, como la automotriz y la manufacturera. Monterrey, un centro clave para estas industrias, sufrió una crisis hídrica severa en 2022 que afectó la producción. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, México perdió más del 30% de su capacidad hídrica en las últimas dos décadas. La falta de acceso al agua para las industrias representa un riesgo geoeconómico, ya que puede reducir la competitividad y ahuyentar inversiones clave en sectores industriales que dependen del acceso confiable al agua.
México es líder en América Latina en la adopción de fintechs, con más de 512 empresas en 2023, lo que representa un crecimiento del 16% respecto a 2021 que ha impulsado la inclusión financiera, pasando de un 38% en 2011 a un 68% en 2022, según datos del Banco Mundial. La digitalización financiera podría tener un impacto positivo en la estabilidad del peso, al facilitar transacciones y mejorar la eficiencia en los flujos de capital. Las plataformas de pago digital, como las fintechs, permiten la transferencia rápida de capitales en pesos, lo que contribuye a una mayor liquidez y podría ayudar a reducir la volatilidad de la moneda.
México depende de EE.UU. para el 81% de sus exportaciones, lo que genera una vulnerabilidad considerable ante los ciclos económicos y decisiones de política económica en Washington. Diversificar hacia otras regiones es crucial. En este sentido, el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) abre oportunidades en mercados como Japón, Vietnam y Australia. En 2022, las exportaciones mexicanas a Japón sumaron 4,300 millones de dólares, un aumento del 10% respecto al año anterior. Además, el comercio con la Unión Europea, facilitado por el Acuerdo Global México-UE, sigue siendo una opción viable para reducir la dependencia de EE.UU., ya que las exportaciones a Europa alcanzaron los 23,000 millones en 2023.
La fortaleza del peso mexicano depende de múltiples factores interconectados, desde su vulnerabilidad ante las tasas de interés en Estados Unidos y el carry trade, hasta la importancia de gestionar estratégicamente sus recursos naturales clave como el petróleo, la plata y el litio. Si bien el nearshoring y la digitalización financiera ofrecen nuevas oportunidades de estabilización, también existen riesgos importantes como la crisis hídrica y la volatilidad de los mercados energéticos globales. A través de una diversificación comercial, un desarrollo infraestructural adecuado y la adopción de políticas a largo plazo, México tiene la posibilidad de fortalecer su economía y su moneda, reduciendo su dependencia de factores externos. Con la correcta explotación de sus recursos naturales y el establecimiento de marcos institucionales sólidos, el peso mexicano podría alcanzar una posición comparable al dólar en los próximos años.