La economía mundial refleja una mezcla de resiliencia y fragilidad. Por un lado, hay signos de fortaleza y adaptabilidad, como la recuperación del comercio post-pandemia y la capacidad de ciertos países para manejar shocks económicos. Por otro lado, existen preocupaciones legítimas sobre la erosión del orden económico global y los riesgos que esto conlleva.
Según la Actualización de Perspectivas de la economía mundial del Fondo Monetario Internacional de enero de 2024, se espera que el crecimiento mundial sea del 3.1% en 2024 y del 3.2% en 2025. Aunque los riesgos para el crecimiento mundial están equilibrados y hay posibilidades de un “aterrizaje suave”, las proyecciones son inferiores al promedio histórico debido a factores como las altas tasas de interés para combatir la inflación y el repliegue del apoyo fiscal.
Por otro lado, el Banco Mundial proyecta que el crecimiento mundial disminuirá al 2.4% en 2024, marcando el tercer año consecutivo de desaceleración, influenciado por políticas monetarias restrictivas y un bajo nivel de comercio e inversión globales.
Estas perspectivas subrayan la importancia de una gestión cuidadosa de la política económica y la necesidad de reformas estructurales para impulsar la productividad y el crecimiento. La situación actual es un recordatorio de que, aunque la economía global puede parecer estable en la superficie, existen vulnerabilidades subyacentes que requieren atención y prudencia por parte de los responsables de la formulación de políticas y los actores económicos.