La economía mundial refleja una mezcla de resiliencia y fragilidad. Por un lado, hay signos de fortaleza y adaptabilidad, como la recuperación del comercio post-pandemia y la capacidad de ciertos países para manejar shocks económicos. Por otro lado, existen preocupaciones legítimas sobre la erosión del orden económico global y los riesgos que esto conlleva.
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