Rusia no ha declarado formalmente la guerra a Occidente, a pesar de que múltiples líneas rojas han sido cruzadas durante el conflicto en Ucrania. Esta decisión responde a factores geopolíticos, estratégicos y pragmáticos que permiten a Moscú operar dentro de márgenes controlados, evitando una escalada directa con la OTAN y manteniendo su narrativa interna.
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