La agenda oculta de las potencias es un término que se refiere a las estrategias y objetivos no declarados de las naciones más poderosas del mundo. Aunque su existencia es objeto de debate, en seguida se barajan algunos puntos que podrían relacionarse con el tema:
Una posible agenda oculta detrás de la guerra en Ucrania podría ser la de Rusia, que busca mantener su influencia y control sobre Europa Oriental donde tiene intereses económicos, políticos y militares. El Kremlin teme perder su acceso al mar Negro, su suministro de gas natural y su papel de potencia regional frente a la expansión de la OTAN y la Unión Europea. Por eso, ha apoyado a los separatistas prorrusos del este de Ucrania y ha anexado Crimea.
Otra posible agenda oculta en la región es la de Estados Unidos y sus aliados occidentales, que pretenden contener y debilitar a Rusia “promoviendo los valores democráticos” y sus intereses económicos en Europa del Este. Washington podría ver a Kiev como un aliado potencial y un mercado emergente, así como un punto de apoyo para proyectar su poder e influencia en la región. Por eso, apoya al gobierno ucraniano con armas, sanciones económicas y asistencia diplomática, desafiando la posición y las acciones rusas.
Estas podrían ser solo algunas posibles agendas ocultas detrás de la guerra ruso-ucraniana, pero no son las únicas ni las más certeras. Hay muchos actores y factores que influyen en el desarrollo y desenlace del conflicto, como los propios ucranianos, que tienen diferentes visiones e identidades sobre su país y su futuro.
La guerra en Ucrania es un fenómeno complejo y dinámico, que no se puede reducir a una sola causa o consecuencia. El papel de Europa en el conflicto es diverso, ya que involucra intereses, actores y perspectivas.
En ese contexto, Europa busca una posición más activa e influyente en la resolución del conflicto; rechaza que éste se decida solo entre Estados Unidos y Rusia. Para ello, ha adoptado medidas diplomáticas, económicas y políticas, como las sanciones económicas contra Moscú, el apoyo al gobierno ucraniano y la mediación del Cuarteto de Normandía (Francia, Alemania, Ucrania y Rusia).
Europa tiene una relación compleja y desigual con Rusia, que depende de factores geográficos, históricos, culturales y económicos. Algunos países del viejo continente tienen más vínculos e interdependencia con Rusia, especialmente en el ámbito energético, lo que dificulta una postura común y firme frente a sus acciones.
Los europeos tienen un interés estratégico en Ucrania, tanto por su ubicación geográfica como por su potencial económico y político. Ven a Kiev como un aliado potencial y un mercado emergente, así como un punto de apoyo para proyectar su poder e influencia en la región. Además, comparte con Ucrania valores democráticos y derechos humanos que quiere defender y promover.
Las sanciones de Europa a Rusia son medidas que buscan presionar y castigar al gobierno ruso por su supuesta “invasión y agresión” a Ucrania, situación que viola el derecho internacional y la soberanía.
Algunas medidas que los gobiernos europeos han adoptado contra Rusia son:
Las consecuencias económicas de las sanciones a Rusia son diversas y dependen de la duración y la intensidad de las medidas impuestas por los países occidentales.
Algunos de los efectos más relevantes son:
Un desplome del rublo, la moneda rusa, que ha perdido más de la mitad de su valor frente al dólar y al euro en las últimas semanas. Esto afecta al poder adquisitivo de los ciudadanos rusos y a la capacidad de pago de las empresas y el gobierno.
La caída del crecimiento económico, que podría pasar del 2.8% previsto para este año al 0.8% o incluso a una recesión, según algunas estimaciones. Esto se debe a la menor demanda interna, la menor inversión extranjera, la menor exportación de materias primas y a una mayor inflación.
Subida de la inflación, que podría alcanzar el 10% o más este año, debido al aumento de los precios de las materias primas, especialmente el petróleo, el gas y el trigo, que son esenciales para la economía rusa. Esto también se debe a la escasez de algunos productos importados por las restricciones comerciales.
Un incremento de los tipos de interés, que el banco central ruso ha elevado al 20% para intentar frenar la depreciación del rublo y la inflación. Sin embargo, esto también tiene un efecto negativo sobre el crédito y el consumo, así como sobre el endeudamiento público y privado.
Una pérdida de acceso al sistema financiero internacional, debido a la congelación de los activos del banco central ruso en el extranjero y a la exclusión de algunos bancos rusos de la red SWIFT, que dificulta las operaciones bancarias transfronterizas. Esto limita la capacidad de financiación y liquidez de Rusia y aumenta su vulnerabilidad ante posibles crisis.
Y una mayor dependencia energética, debido a la detención de la certificación del gasoducto Nord Stream 2, que busca transportar gas natural desde Rusia hasta Alemania, evitando el paso por Ucrania. Esto reduce los ingresos y la influencia de Rusia en el mercado europeo del gas y aumenta su exposición a posibles sanciones adicionales.
El conflicto ruso-ucraniano se desarrolla en medio de agendas ocultas y luchas geopolíticas complejas que involucran a Rusia, Estados Unidos y Europa. Las acciones y medidas adoptadas por estas potencias tienen consecuencias directas en la economía rusa, lo que genera un impacto significativo en la vida de los ciudadanos rusos y en la estabilidad financiera del país. A medida que Europa se posiciona como un actor central en la resolución del conflicto, las decisiones tomadas y las políticas implementadas continuarán dando forma al curso del conflicto y a las dinámicas geopolíticas en la región.