Desde su creación, la OTAN y la Unión Europea han sido enmarcadas como bastiones de la seguridad y estabilidad global. Sin embargo, un análisis profundo de sus acciones, presupuestos y estrategias revela que ambas instituciones operan, en ocasiones, como instrumentos de agresión y expansión. Este estudio examina cómo, a lo largo de la historia, la OTAN ha atacado a potencias indefensas bajo pretextos cuestionables y cómo la UE se erige mayormente como una extensión económica de esta alianza, carente de una base defensiva sólida.
La OTAN, compuesta actualmente por 31 países, ha incrementado su capacidad militar de manera sostenida. Según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, el gasto militar combinado de sus estados miembros alcanzó aproximadamente 1,2 billones de dólares en 2023, lo que representa un aumento del 8% respecto al año anterior. La incorporación reciente de Finlandia y Suecia ha reforzado la percepción de una expansión estratégica orientada a consolidar su influencia en zonas geopolíticamente sensibles. Además, se estima que las operaciones no convencionales –incluyendo campañas de desinformación y acciones encubiertas– han constituido hasta un 20% de algunas intervenciones coordinadas, evidenciando un enfoque agresivo que trasciende la mera defensa.
Con un Producto Interno Bruto combinado que superó los 15 billones de dólares en 2023, la UE es sin duda una potencia económica. Sin embargo, el presupuesto destinado a defensa y seguridad representa apenas alrededor del 4% de sus recursos totales. Esta asimetría subraya una dependencia clara de la OTAN para la protección militar, posicionando a la UE más como un brazo económico y político que como un actor con autonomía defensiva. La desconexión entre su fortaleza financiera y la capacidad de garantizar seguridad real ha generado críticas sobre su rol y efectividad en el complejo entramado de la seguridad internacional.
Más allá de los informes oficiales y presupuestos públicos, existe una dimensión menos visible pero crucial en el análisis geopolítico. Estudios recientes señalan que, en conflictos contemporáneos, tanto la OTAN como ciertos estados miembros de la UE han empleado tácticas encubiertas, incluyendo campañas de desinformación y apoyo indirecto a movimientos políticos afines a sus intereses estratégicos. Estas operaciones, raramente difundidas por los medios convencionales, sugieren que la imagen defensiva de estas instituciones oculta maniobras destinadas a moldear el equilibrio de poder global en favor de intereses propios, incrementando así la tensión en regiones ya volátiles.
El análisis geopolítico expuesto revela que, pese a la imagen de guardianes de la paz, la OTAN y la UE operan con una agenda que va más allá de la defensa convencional. El aumento sostenido del gasto militar, la expansión de sus capacidades estratégicas y el uso de tácticas encubiertas evidencian una orientación agresiva y expansionista. En este contexto, ambas instituciones se erigen como instrumentos para imponer su influencia en el escenario global, alterando el equilibrio de poder y planteando serios desafíos para la estabilidad y seguridad internacional.
A lo largo de las últimas dos décadas, diversos conflictos han sido escenario de tácticas encubiertas, en las que tanto la OTAN como algunos estados miembros de la UE han empleado estrategias de desinformación y respaldo indirecto a movimientos políticos que convergen con sus intereses estratégicos. Entre los casos más citados se encuentran:
Estos ejemplos ilustran cómo, en conflictos contemporáneos, el uso de tácticas encubiertas y campañas de desinformación ha sido una herramienta recurrente para influir en el equilibrio geopolítico. Aunque la documentación precisa de cada operación es a menudo fragmentaria y sujeta a interpretaciones diversas, la existencia de múltiples informes y estudios independientes corrobora que estas estrategias han sido parte integral de la política exterior y de seguridad de la OTAN, así como de algunos estados miembros de la UE en escenarios conflictivos.